Bergen & Oslo en 3 días.
¡Vámonos! – les dije. ¿A dónde? – Me contestaron, con esa cara medio de entusiasmo medio desconfiados, mientras degustaban los platillos de tapeo que habíamos pedido en ese bar que solíamos ir los viernes. A dónde sea. A cualquier otra parte.
Así surgió este viaje. A diferencia de otros de mis viajes, los cuales me había preparado minuciosamente, ese viernes noche tenía la necesidad de viajar (de nuevo). No importaba el destino, no importaba el tiempo, no quería preparar nada… Necesitaba practicar ese hobby al cual hacia tanto tiempo me había enganchado. Curiosamente, junto con el deporte, es algo que engancha hasta el punto de ser adictivo, pero una de las pocas adicciones que, contrariamente a hacer daño, te sanan. Mis dos únicas medicinas capaces de curarme, mis herramientas para afrontar cuando la cosa se pone fea.
Y así acabé en Noruega, un país que hacía tiempo tenía ganas de visitar, pero que nunca se había dado la ocasión. Sin pensarlo, sin planearlo… Cogí mi mochila, cambié unas cuantas coronas, botas de montaña… y me fui a ver qué me deparaba el país nórdico.
Emocionada como una niña, arrastrando a mis dos amigos conmigo, corremos al aeropuerto. Nuestro vuelo Bcn-Oslo está a punto de salir (compañía Norwegian, 118€ ida y vuelta).
BERGEN
Primero, vamos a llegar y ubicarnos…
El primer día decidimos ahorrarnos una noche de hotel y, nada más llegar, cogemos el tren nocturno hacía Bergen (el recorrido más bonito del mundo, según escuché “por ahí”). Como opción B teníamos la posibilidad de coger un vuelo interno, pero decidimos dejar asiento libre a los bolsillos más exigentes y seguir con nuestro plan de escapada low-cost, dentro de las posibilidades que un país tan caro como Noruega ofrece. Si también sois del grupo “opción A” (o de “bolsillo agarrao” ), o simplemente os decantais por el tren por cualquier otro válido motivo (a ver si les voy a hundir ahora el negocio…) podéis coger los billetes en la página NSB – Norwegian Railways (349 NOK y dura unas 7,5h).
Entramos en nuestro vagón, me encuentro un «pack nocturno” de manta, tapones y antifaz, el tren pinta bien, parece cómodo, tenemos enchufes, servicio de cafetería y Wifi. Podéis coger la opción de litera por el irónico, módico precio de 100 euros más, pero si vuestro presupuesto es ajustado como el nuestro, os recomiendo la butaca que, dentro de lo que cabe, es bastante cómoda. No os puedo contar mucho sobre el trayecto, pues me pasé la noche disfrazada de Antonio Banderas en la peli de El Zorro, autodestrozándome el cuello dando cabezazos.
Vamos en búsqueda del Hotel Klosterhagen, que conseguimos encontrar sin demasiada dificultad. Para mi sorpresa, ¡es una cucada! Pequeñito, tranquilo, con una fachada azul que encaja perfectamente con el resto de casitas tan monas de Bergen. El barrio es tranquilo, está a 15 min a pie del centro (a destacar que la ciudad se puede hacer toda a pie). La habitación triple nos costó 973 NOK, pequeña pero acogedora, limpia, camas muy cómodas y personal súper amable. Y esta mañana hemos descubierto un desayuno ¡para chuparse los dedos! Mi elección ha sido zumo de naranja natural, pan de semillas con, como no, salmón Noruego y embutido. También podéis elegir fruta y/o yogures. Y el café para acabar. Muy satisfecha con nuestra elección de alojamiento, si buscáis algo cómodo y económico.
Ahora sí, un poco de turisteo
Empieza nuestro día en Bergen. Por desgracia, pillamos lluvia (no me sorprende, ¡casi SIEMPRE llueve en Bergen! Estábamos avisados) y mucho viento. Nos dirigimos hacia el centro, a la zona de Bryggen (donde están las famosas casas de colores, sin duda, la imagen icono de la postales y souvenirs de la ciudad).
En primer lugar, vamos a la oficina de turismo (un edificio moderno digno de ver) y cogemos un ticket para el funicular FLOIBANEN, una de las atracciones turísticas más recomendables. Abierto de 8,00h a 23h, tarda 7 minutos en subir y ver las magníficas vistas de la ciudad, cuesta 85 NOK. Desgraciadamente hacía un día de muchísimo viento y no pudimos apreciar las vistas, pero merece la pena. (Tampoco pudimos coger el ferry a los fiordos, os recomiendo que lo hagáis si tenéis la oportunidad, a mí me dio muchísima pena y hay excursiones de un día (desde sólo 4h)).
Al bajar, callejeamos por el centro, dejando que la lluvia nos empape pero…¡oye! Si aquí es típico que llueva, pues bienvenido sea. Hay que descubrir la ciudad tal y como es. Me encantan las casitas típicas de colores que veo a mi alrededor. Percibo una ciudad muy “cuca”, con encanto, me gusta. Algo que me llama la atención es lo cambiante que es el tiempo. Pasa de salir el sol a llover como si el mundo tuviera su fin, y lo mismo con las temperaturas. De tanto pateo, medio empapados, medio casi morenos, nos entre el hambre.
Comemos en la ZUPPERIA, recomendada por la dependienta de la tienda de souvenirs dónde me he comprado una pareja de imanes-trolls la mar de monos para mi colección. Comida Noruega a precio “asequible”. Y, como me siento integradísima, me aventuro con el reno (después de tirar la moneda a “cara o cruz” entre salmón y reno). ¡Pues está muy rico! En total 4 cervezas, 1 plato de salmón, 2 platos de reno y 3 cafés unos 43 euros por persona (si no sois muy adictos a la cafeína, igual os podéis ahorrar los 4 euros que nos clavaron por cada café). El plato principal ronda los 22-28 euros.
La Ari consejera: Os debo advertir que comer en Noruega es carísimo… Y beber también. La cerveza ronda los 7-8 euros, para que os hagáis una idea (3 euros en el supermercado). Nosotros tiramos mucho de 7 Eleven (abierto a todas horas, donde puedes comprar comida para llevar) o los supermercados KIWI (los más baratos). Si queréis alcohol, informaros de que sólo venden cerveza y no más tarde de las 17h. También tenéis las cadenas de Peppe Pizza o Dolly’s Dimplies, de lo más barato que podéis encontrar. Otra cadena, algo más cara pero a mí me gusta más, es EGON (os hablaré más adelante de ella).
Y, por fin, toca dedicarle unas horitas a Bryggen. Me encantan las casitas de colores perfectamente alineadas en el muelle. Nos hacemos un centenar de fotos, intentando captar la mejor perspectiva. Por fin, ¡en vivo y directo!, y no en las mil y una postales y fotos de Google que me he tragado en algún momento en los cuales me da por viajar virtualmente. Nos adentramos más y ¡guaau! Parece que estoy en un parque temático, ficticio. Un montón de casitas de madera que me permiten viajar en el tiempo. Me da la sensación que en cualquier momento saldrán los comerciantes alemanes de la Liga Hanseática, establecidos aquí en 1360. Bryggen ha sufrido varios incendios y, hoy en día, la mayoría de los edificios restaurados datan de después del incendio de 1702. En 1979, Bryggen se declaró Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (¡toma lección de culturilla general gratuita!).
Nosotros, por falta de tiempo y ser un viaje un poco exprés, no hemos visitado museos, pero se recomienda el Museo Hanseático, si queréis adentraros un poco más en cómo vivían los comerciantes. Pero no puedo aportar referencias personales.
Ahora nos vamos para el Fish Market. No comemos aquí porque nos informan que no es la mejor época, pues no es temporada de turistas , no sacan lo mejor y encima no está montada la terracita con el “grill” para hacer el pescado. Pero, seguramente, sería una de las turistadas que hubiera hecho si hubiera sido la época. Está justo debajo de la oficina de turismo.
Seguimos callejeando sin rumbo, con un viento en el que a veces me hace sentir que voy a salir volando, así que vamos a ducharnos al hotel, a ver si “el de ahí arriba” se cansa de soplar tan fieramente. Ducha, Wifi, compartimos fotos, un “estamos bien” a la familia, y de nuevo con los pies en la calle, que tenemos poco tiempo y muchas ganas.
Hemos decidido cenar en EGON, la cadena que os comentaba anteriormente, muy cerquita del hotel. El local es bonito. Y la carta muy variada. Pedimos dos ensaladas César y, conscientes de que nos iban a sacar los ojos, nos permitimos el lujo de pagar 520 NOK por 1 litro de vino blanco de cartón y no muy frío. Pero… ¡Estamos de vacaciones! ¿Por qué no hacer sufrir un poco a nuestro ajustado presupuesto? A favor, el vino de cartón allí no equivale el típico vino de supermercado tinta-dientes, sino que es costumbre servirlo así. Y así acabamos la noche, charlando tendidamente, entre copas y risas.
God Kveld! (Buenas noches!).
OSLO
Me encantaría contaros lo maravillados que quedaron mis ojos ante tal espectáculo durante el trayecto, que estoy alucinada con las vistas del considerado “recorrido más bonito del mundo”. Desgraciadamente (sí, soy una desgraciá), tuvimos un pequeño-gran percance y en vez de hacer el trayecto en 7,5h como estaba previsto, nos tiramos 12h de tren (con el añadido que encima lo tuvimos que hacer de noche, por lo que no pudimos apreciar el paisaje). Así que, si alguno lo habéis hecho, ¿podéis dejarme un comentario y sacarme de dudas? Y acabar con esta tortuosa curiosidad…
Pero no hay mal que por bien no venga. Y no me iba del país de los Trolls sin haber conocido a “uno”. Os lo presento. (Curioso el nivel hasta el que llega la desesperación de las horas vacías parados en un tren que no arranca, que me emocioné como un bebé al ver a semejante individuo).
Llegamos a Oslo de noche, estábamos destrozados/enojados, por lo que no disfrutamos del ambiente nocturno de la ciudad. Pero la calle está a tope, música en los bares (incluso en las terrazas) en las cuales, los más fiesteros, saborean la cerveza aposentados en unas sillas curiosamente cubiertas por una manta de pelo (con la finalidad de mantener el “trasero” bien calentito).
El hotel, Rainbow Norrona (103€ habitación triple), no es nada del otro mundo, pero está en pleno centro, a 10 minutos de la estación y a un precio razonable. Como curiosidad, el desayuno lo dejan por la mañana en la puerta de la habitación en una bolsita (sándwich + zumo de naranja) para que el cliente se sirva a la hora que le plazca.
No nos queda demasiado tiempo para visitar Oslo a fondo, pero aprovechamos el día que nos queda al máximo.
Chicos, el desayuno está servido –les digo mientras reparto las curiosas bolsas de papel que me encuentro al abrir la puerta. Me miran con una mezcla entre curiosidad y extrañeza. ¡Va, vámonos!
Nuestra primera visita es a Holmenkollen Ski Jump. Nos subimos en el metro dirección a Frognerseten. Me acomodo, disfruto del paisaje, diferente al del centro de la ciudad. Un montón de esquiadores con sus botas ya puestas van subiendo al vagón.Qué pena no tener más días…Me hubiera gustado probar las pistas.
¡Chicos, chicos! Que es aquí, ¡vamos!. Nos hemos quedado anonadados con el paisaje… bueno y, para qué autoengañarnos, con el guapísimo esquiador Noruego que se nos ha sentado al lado. Caminamos siguiendo a la marabunta de gente que sale del metro, piso la nieve, posteriormente, piso torpemente el hielo y pego un resbalón. Y por si a alguien no se ha dado cuenta, estallo a reír.
Uauuu, ahí está, ¡impresiona! Ante nuestros ojos tenemos una impresionante estructura de acero y cemento, de unos 60 metros de altura, nominado a varios premios de arquitectura, por lo que he averiguado posteriormente. Como dato, este trampolín se inauguró en Marzo de 2010, diseñado por la firma JDS Architects.
De ahí nos dirigimos a la pista y, debo admitir, que sentí un ligero cosquilleo al bajar las empinadas escaleras. ¡Qué vértigo! Hasta ahora lo llevaba bien, centrando el ángulo de visión sobre mis pies, sin desviar demasiado la mirada hacia abajo del todo y fotografiando la pendiente del trampolín. Pero… mi adrenalina se disparó cuando vi a esos esquiadores volar por los aires y caer perfectamente sobre la pista. ¡Me encantó!
Mi objetivo intentaba captar el punto más alto del salto, la caída, e incluso la expresión de “subidón” que debería llevar el esquiador (pues ya había preparado mi réflex con su objetivo largo).
“Ojki, quiero una foto que salga el tío por los aires de fondo”.
Y ahí estaba yo entre “acojonada” por la pendiente del trampolín y mi sensación de cosquilleo interior, y “alucinada” de cómo esos cracks podían volar así y caer incluso con estilo, y sin un rastro de pánico en su expresión.
Me gustó más de lo que esperaba. Recomiendo la visita.
Volvemos al metro, esta vez dirección Majorstuen (también podéis ir con el tranvía N1. 12 Vigelandsparken). Nuestra siguiente visita es el recomendado Parque de Vigeland. Sí sí, el de las más de 200 esculturas de bronce, granito y hierro forjado, trabajo del escultor Gustav Vigeland (estoy que me salgo en culturilla básica noruega).
Pillamos un día precioso, soleado. Nos adentramos en el parque, paseando, fotografiando y observando con atención los rostros de las figuras que muestran momentos de la vida cotidiana, como el nacimiento, la infancia, la adolescencia, el primer amor, la madurez, los hijos, la vejez… Muy interesante. Me dio la sensación de estar en un museo al aire libre. El denominado Monolito es el principal grupo escultórico del parque: una columna tallada de 14 metros de altura, en la que se encuentran 121 figuras humanas.



Ahora nos dirigimos al tranvía, dirección Aker Brygge, un distrito (antiguo astillero) frente al mar en el que un conocido que vive en Oslo nos ha recomendado ir a pasear y comer, pues hay numerosos restaurantes y tiendas. Y después de las caminatas de la mañana…el estómago empieza a quejarse.
Paseamos bajo el sol, dejándonos cautivar por las habilidades de los artistas callejeros que encontramos por el camino. ¡Los restaurantes están a tope! Íbamos con el bolsillo pidiendo auxilio, pues pensábamos que comer ahí sería carísimo. Finalmente nos decantamos por Olivia,un italiano con terracita (y, por supuesto, sus mantitas de pelo en las sillas.), con unos precios no demasiado elevados, y la comida tiene buena pinta. Así pues, acabé pagando 231 NOK por un Rissotto y una cerveza, muy correcto en comparación con lo que esperábamos (mi bolsillo, inicialmente tenso, pega un suspiro de alivio al recibir la cuenta).
Motivos por los cuales debo volver
Otras recomendaciones: pasear, por supuesto, por la avenida principal de Oslo, Karl Johans Gate. Ahí podréis ver el Palacio Real, la Catedral de Oslo, el Parlamento Noruego y el Teatro Nacional. Además, tenéis un montón de tiendas y bares. También es interesante el Teatro de la Opera y el Centro del Premio Nobel de la Paz.
Si tenéis tiempo suficiente, podéis ir a ver el Museo de los barcos Vikingos, la Fortaleza Akershus, la Galería Nacional o el Museo del Pueblo Noruego (me quedé especialmente con ganas de éste, pero no teníamos más días).
Desgraciadamente, nuestro viaje acaba aquí. Vamos a recoger nuestras maletas, a coger el tren a Oslo S y para el Aeropuerto de nuevo.
Nos espera una última sorpresa. No me lo puedo creer… ¡2 horas de retraso en el vuelo! Empiezo a pensar que la mano torpe de mi amiga al tirar la moneda al pozo y lanzarla fuera, en Bergen, ha tenido algo que ver.
Puedo concluir diciendo que me ha encantado este viaje. Ha sido una escapada rápida para establecer un primer contacto con Noruega, pero, sin duda, volveré. Pues me quedo con la sensación de que aún hay mucho por descubrir aquí (muero por hacer los fiordos, andar andar y patear, y conocer los fiordos).
Hasta pronto